JORGE DE LA CRUZ

Paisaje

Oniris

«Vivimos en una isla de plácida ignorancia, rodeados por los negros mares de lo infinito, y no es nuestro destino emprender largos viajes. Las ciencias, que siguen sus caminos propios, no han causado mucho daño hasta ahora; pero algún día la unión de esos disociados conocimientos nos abrirá a la realidad, y a la endeble posición que en ella ocupamos, perspectivas tan terribles que enloqueceremos ante la revelación, o huiremos de esa funesta luz, refugiándonos en la seguridad y la paz de una nueva edad de las tinieblas» (H. P. Lovecraft, La llamada de Cthulhu, 1928)

Oniris es un lugar del que no se puede salir, una apacible prisión, un limbo. En Oniris la muerte acecha en cada planta y cada flor, sus neblinas están habitadas por entidades fantasmales y la atmósfera está cargada de enigmas y acertijos.
Cada pintura es una escenografía que narra una historia, y todas las historias cuentan parte de la leyenda de Oniris. Las primeras obras de este proyecto fueron dos pequeños dibujos para un catálogo de artistas emergentes, en estos dibujos surgió el relato de los hermanos noche, pareja de niños extraños con los que había soñado hace unos meses. Su presencia volvía una y otra vez a mi cabeza hasta que decidí retomar el proyecto y expandir el mundo de Oniris, explorando todos sus recovecos, buscando a todos sus seres y descifrando todos sus misterios. Pero los lienzos en bastidor no eran el soporte adecuado, demasiado plano, demasiado delimitado, necesitaba un soporte que fuera impreciso, confuso, inquietante. Es así como comencé una gran pintura a la manera de pintar telones (con grandes manchas y planos muy diferenciados), y la hice rígida, agrietada, con brillos e irregularidades. Las gamas principales de color están oscurecidas al máximo para asemejarse a las grandes pinturas de iglesia que permanecen en una marcada oscuridad, logrando un efecto infinito de profundidad y terror, como si sus figuras hubieran salido del lienzo y compartieran la penumbra en la que el espectador se encuentra. El resultado es muy escultórico, con una esencia polvorienta, como de teatro antiguo, algo ajado pero de gran valor, con la que estoy muy familiarizado por mis trabajos como utilero y escenógrafo, vivencia que me apasiona poder depositar en estas obras.

Obras

Paisaje
Oniris. 180x150cm. Acrílico y barniz sobre tela. 2020


Paisaje
Detalle de la rigidez, brillo y textura del telón. 2020


Paisaje
Oniris. 50x70cm. Acrílico y barniz sobre lienzo. 2020

 

Origen

Amaranta Mortuori
Amaranta Mortuori 1 y 2. 30x15cm. Lápices acuarelables y barniz sobre papel. 2015

Existe una variante muy especial de la Maranta leuconeura, una planta que, aunque de aspecto similar a la Maranta tricolor clásica, es capaz de arrebatar la vida humana para germinar de forma invasiva y ocupar grandes superficies incluso sin necesidad de luz, tierra o humedad. Se dice que la planta mortal, o Maranta mortuori te regala un instante de lucidez total antes de comenzar a consumirte lentamente, y que este instante es tan revelador y transcendental que bien vale la vida que te quita.
Anoche, obsesionado con esta planta tropical, soñé que me hallaba en medio de uno de sus laberintos verdes y letales, hojas gigantes de un brillo intenso rasgadas por trazos bermellón como si fueran arterias aéreas y latientes. No se podía ver cielo ni tierra, nada más allá, sólo hojas y más hojas, pero entonces la ilusión vibró un segundo y detecté entre el follaje la figura de unos extraños niños mirándome impasibles mimetizados con la Maranta mortuori. La mera idea de que algo pudiera vivir entre aquella vegetación mortífera era delirante, pero allí estaban, esos dos niños idénticos, con una piel tan negra que parecía oscuridad en estado puro, y unos ojos de una luz y color penetrante, como estrellas incrustadas en el firmamento.

las plantas no mueren en el espacio
Las plantas no mueren en el espacio ( instalación pictórica). Medidas variables. Acrílico sobre lona y soporte de hierro. 2015